El saco de los buenos baños
Pero luego, hay otros, no pasa frecuentemente, que los planetas se alinean, y los santos y las vírgenes interceden por ti, para que te el baño sea épico. Ya sabes, de esos que sales con una sonrisa de oreja a oreja que te dura días, o incluso semanas.
Son esos baños los que se meten en el saco de los recuerdos y ya nunca se pierden. Se sacan cuando no puedes conciliar el sueño, cuando estás en el curro puteado, y piensas: "ojalá estuviera en tal sitio como aquel día que me pegué un bañazo". También se sacan cuando vas de marcha con tus amigos, que aunque no se metieran al agua ese día contigo se saben al dedillo la altura, el periodo, y la forma de las olas, la maniobra que hiciste, la tabla que llevabas, e incluso el color del invento.
Así, a bote pronto, sin pensarlo demasiado, en mi saco de los recuerdos aparece un baño en Sopelana hace ya unos años en el que pillamos las mejores olas que hayan podido romper. Estuvimos solos durante más de dos tres pillando una ola detrás de la otra sin parar hasta que acabamos agotados.
Recuerdo la ocasión en la que llegamos a Santa Teresa desde Playa Hermosa, en Costa Rica, después de un viaje en coche de 12 horas por carreteras olvidadas y llenas de baches. Fue aparcar el coche y salir corriendo por un estrecho pasillo de arena hasta la playa donde nos esperaban derechas perfectas. No tardamos ni 5 minutos en sacar todas las cosas del coche, registrarnos, para ir al agua.
Las 5 fases por las que pasarás cuando te quedes sin olas
Fase 1: Negación
Pese a que hayas visto por la webcam que el mar está plato y te hayan llegado varios mensajes al móvil corroborándolo, irás a la playa para comprobarlo. Te pasarás horas mirando el mar repitiendo el mantra: "se va a poner, se va a poner".
Finalmente, viendo que ni en alta, ni en baja, ni en media marea se ha puesto, te fijarás en esa ola que rompe en la orilla de no más de 20 centímetros y te intentarás convencer de que es surfeable.
Irremediablemente volverás a casa con el traje seco y tu autoestima por los suelos, volverás a chequear las previsiones y afirmarás ver la llegada de una marejada fantasma más pronto que tarde: "Si el swell que se está creando en Groenlandia rebota con el anticiclón de Surinam podría dejar medio metro en Salinas. Solo tendría que salir de aquí a las 3 de la mañana y hacerme cuatro horas en furgo".
Este autoengaño puede suponer el riesgo de sufrir aislamiento debido a la inclinación a aceptar solo tu visión de la realidad. Es el comienzo de la fase dos.
Fase 2: Ira
El fin de la negación va asociado a sentimientos de frustración y de impotencia. Dicha frustración conlleva a su vez la aparición de enfado y de ira, como sucede en general.
En esta fase cualquier mención al mar o a las olas por parte de alguno o algunos integrantes de tu grupo familiar puede desencadenar en una bronca de tres pares de narices. Es aconsejable no estar a menos de cinco metros de un surfista que lleva sufriendo un plato de más de diez días seguidos (30 en el caso del Mediterráneo).
Durante la etapa de ira la persona busca atribuir la culpa a algún factor, como puede ser otra persona o incluso uno mismo. Echarse la culpa de habee salido antes de tiempo del último baño, no tener una tabla con más litros en su quiver, o echarle la culpa a la pareja por haberle obligado a hacer la compra del mes justo cuando todavía había olas suele ser muy habitual.
Fase 3: Negociación
En la fase de negociación la persona guarda la esperanza de que puede influir de algún modo en la situación. Un ejemplo típico son los pacientes que piensan que por volver a misa y poner una velita a la Virgen, o mirar continuamente el mar, las olas van a aparecer de la nada. Se miran vuelos de última hora a Maldivas o Indonesia, o incluso se manda algún correo a Wavegarden intentando mendigar alguna ola.
En este periodo la persona empieza a asumir de forma definitiva la falta de olas, y ello genera sentimientos de tristeza y de desesperanza junto con otros síntomas típicos de los estados depresivos, como el aislamiento social o la falta de motivación.
El paciente deja de mirar webcams, noticias y vídeos de surf, no pasa por la playa ni para jugar a palas, y se recluye en casa abrazado a una bolsa de ganchitos mientras ve durante horas y horas telefilmes alemanes en Telecinco.
Fase 5: Aceptación
Después de las fases de negación, ira, negociación y depresión llega la aceptación y la llegada de un estado de calma asociado a la comprensión de que los periodos sin olas son fenómenos naturales en la vida humana.
Uno comienza a hacer vida 'normal', e intenta rellenar el espacio que ocupaba el surfing con cosas más triviales como la familia o el trabajo. Una vez llegado a esta fase el paciente se ve capaz de volver a la playa sin sentir ningún tipo de ansiedad. Ya no lleva la tabla de surf en el coche, ni ninguna parafernalia relacionada.
El paciente creerá que es feliz, pero realmente solo está en modo 'reposo' hasta que llegue un nuevo swell. Ahí volverá otra vez a la Fase 0, estado de euforia.
¿Y tú, en qué fase estás?
¿Por qué corren los surfistas?
"Siempre que veo a un surfista le veo corriendo al agua", me comentaba. ¿Que por qué corremos los surfistas? La iba a explicar que corremos por infinidad de cosas. El ansia viva, que díría José Mota, es quizá la principal razón. Si ves olas buenas y poca gente eres capaz de quitarte la ropa, ponerte el traje de surf, y sacar la tabla en menos de dos minutos. En esos casos te da igual si te has dejado las ventanillas del coche abiertas, si la tabla tiene suficiente parafa, o te has puesto el traje al revés. En cualquier momento puede cambiar el viento, o parar de bombear, o llegarle un whatsapp a un grupo de adolescentes y petarse el pico. Hay que aprovechar el momento, carpe diem.
También le podía haber explicado que corremos por cosas más triviales como cuando en invierno hace tanto frío que sostener la tabla hace daño y, y pese a llevar puesto el 5/4, gorro, licra, guantes, y escarpines, la única forma de entrar en calor es ir corriendo hasta la orilla para luego hacer el bailecito antes de ir al agua. O en verano, cuando la arena de la playa se asemeja más a una alfombra de brasas incandescentes y la tienes que cruzar descalzo dando saltitos.
O tal vez le podía haber dicho que somos como la gente normal, que siempre tiene prisa y va de un sitio para otro sin parar. Ahora instituto, o uni, o el curro, luego tengo que recoger a los críos, o natación, o entregar la declaración de la renta, o he quedado con mi madre, o con la chavala. Tienes dos horas justas para surfear, nada de elegir el punto de marea, nada de mirar las olas, es el único momento en que te puedes meter al agua, descansar, disfrutar, relajarte con el mar, y vuelta otra vez a la borágine de la vida.
Le podía haber explicado todo eso, pero finalmente elegí un escueto "es que somos así".
¿Cuál es tu ola ideal?
Porque tu ola ideal no tiene por qué ser la mejor ola del planeta.
La gran mayoría del planeta surfing coincide que Pipeline es la mejor ola del planeta, o que en Teahupoo se producen los tubos más grandes y huecos, pero hablando con sinceridad, si a la mayoría de nosotros nos meten en un día perfecto en alguna de esas rompientes acabaríamos siendo rescatados por los socorristas o simplemente incapaces de llegar al pico.
Para unos, los que tienen un buen take off rápido, buen nivel de surfing, una orillera tubera es su sueño, y Las Landas su paraíso, para otros una ola pequeña y larga es una golosina, y con que tenga alguna rampa es ya perfecta para los que buscan aéreos.
Para el que aquí escribe, su ola ideal sería una ola derechas, sobre de metro, metro y medio, larga y que abra bien. No es necesario que tenga tubo, pero que tenga un facil take off as ser posible. Una especie de J-Bay pero con agua caliente y sin tiburones. O mejor, una mezcla entre esta, Lowers, pero con la claridad de las aguas de Maldivas. Que además este ambientada en algún lugar con cultura diferente, para disfrutar también después del baño, y claro está, que este vacía.
¿Y para ti, cuál es tu ola ideal?