Muere un surfista en la asturiana playa de Salinas
Se trata de Jacobo Rodríguez, experimentado surfista de 51 años, que fue rescatado inconsciente de agua por sus propios compañeros el pasado viernes en la playa de Salinas.Los hechos sucedieron al final de la tarde a la altura de la escalera 10, la primera de Salinas desde la zona del Espartal, cuando el servicio de Salvamento ya ha había completado su jornada. Aún así, tres socorristas acudieron al lugar nada más tener conocimiento de los hechos, igual que la patrulla de Policía Local, una ambulancia del SAMU y, finalmente, el helicóptero medicalizado del 112 Asturias. El surfista había sufrido supuestamente una parada cardiorrespiratoria mientras estaba en el agua, no se sabe si por un desvanecimiento o por un golpe en la cabeza con su propia tabla.Una vez llevado a la orilla por su propios compañeros, se inició la reanimación cardiopulmonar por parte de una cardióloga que estaba en la playa además del operativo y los socorristas.Fue un total de más de hora y media de auxilios en la arena. Se logró reanimarle y, una vez estabilizado, fue trasladado el helicóptero al Hospital Central de Asturias en estado crítico, donde fallecería al día siguiente.Jacobo era un surfista muy experimentado, con décadas de surfing a su espalda. Se había hecho un nombre dentro del surfing de olas grandes, siendo invitado a La Vaca Gigante.Nuestro más sincero pésame a su familia, y la gran cantidad de amigos que tiene. Esta es la carta que su padre, Ramón Rodríguez, ha escrito en memoria de su hijo.
Dicen que la naturaleza está compuesta por cinco elementos pero a
ti, Jacobo, te sobraban cuatro pues con el agua ibas más que sobrado.
Sí que tenías los pies bien afincados sobre la tierra, sí que radiabas
fuego –y pasión– en todo lo que hacías y sí que transmitías al aire tus
ideas y comportamientos para ver si llegaban a quien deseabas que
llegasen. Y ahora, etéreo como ya estás, vigilarás que todos cumplamos
tus deseos de construir un mundo mejor.
Desde el agua nos has hecho vivir, a tu familia y a tus amigos,
las dos jornadas más intensas que podamos recordar. Primero en la playa ,
poco después en la UCI del HUCA donde nos permitieron a familia y
amigos –en un inaudito y multitudinario desfile de personas– darte los
últimos besos y abrazos, contemplar el derrumbe de tus amigos y sus
interminables llantos y hasta escuchar cómo uno de ellos, muy vehemente,
te gritaba: "¡cabrón, despierta, lucha, no nos dejes solos!". No
pudiste hacerle caso y, como ya suponíamos desde horas antes, nos
dejaste solos. Esas dos jornadas culminaron en el tanatorio donde miles de
personas, digo bien, miles de personas, fueron a darnos un abrazo para
tratar de mitigar nuestra pena. Y allí estaban tus compañeros desde
parvulitos del Colegio Estilo, los del Instituto de Salinas y tus
condiscípulos de la Universidad, muchos de ellos llegados desde muy
lejos y los profesores que te guiaron para llegar a ser lo que fuiste. Y
cómo no, tus ‘coequipiers’ del fútbol
y sus entrenadores; los entrenadores del Club Natación Avilés que te
enseñaron a sacar mejor partido a tus brazadas y los componentes de
aquel equipo pionero todavía hoy amigos.
Estaban "los de la playa", esos que os sentáis al borde el paseo
para ver pasar olas y horas, esos surfistas que antes, en tus primeros
tiempos, eran tan denostados por vagos, porreros y melenudos y ahora tan
admirados y encumbrados por mor de modas y marketing cosa que ya sé que
a ti te ponía de los nervios y que te negabas a admitir. Pero mira por
donde pudimos descubrir, en las cortas palabras que permite un abrazo,
como muchos de ellos me decían: lo que sé me lo enseñó Jacobo; Jacobo es
mi espejo; Jacobo es mi ídolo; en surf, lo que diga Jacobo es lo que
vale… Jacobo, Jacobo, Jacobo.
Y después de abrazos y llantos, las interminables colas fueron
deshaciéndose y sus componentes saliendo a los patios exteriores del
tanatorio en una acción nunca vista antes en el lugar como nos dijeron
los propios empleados del tanatorio. Y no se marcharon de allí hasta que
lo que quedaba de ti tras tu generosa donación de órganos, fue
transportado a tu encuentro con el fuego. Y no les importó una ligera
llovizna, agua al cabo, pues allí permanecieron. Puedes sentirte
satisfecho, sabíamos que querías infinitamente a tus amigos, pero ni te
imaginas lo que ellos te querían –te quieren– a ti.
Termino con tres frases. Podrían ser cientos las transcritas,
como ejemplo de la huella que dejas. Iñigo Noval escribió: "Te
recordaremos siempre, nuestro surfista eterno, nuestra luz
inextinguible, nuestro querido Jacobo". Y Axi Muniain, ese domador de
olas gigantes como tú también lo eras, te dijo esto: "Tu luz, tu
autenticidad, corazón y simpatía eran de los que dejan huella de por
vida, así nos iluminabas y así te recordaremos, hermano, sonriendo sobre
la ola". Y los de La Luna, allá en el extremo este de la playa de
Salinas, escribieron: "De hoy en adelante y todos los malditos 17 de
junio, las playas del mundo debieran ondear el negro en sus banderas".