Muere un surfista en la asturiana playa de Salinas
Se trata de Jacobo Rodríguez, experimentado surfista de 51 años, que fue rescatado inconsciente de agua por sus propios compañeros el pasado viernes en la playa de Salinas.
Dicen que la naturaleza está compuesta por cinco elementos pero a ti, Jacobo, te sobraban cuatro pues con el agua ibas más que sobrado. Sí que tenías los pies bien afincados sobre la tierra, sí que radiabas fuego –y pasión– en todo lo que hacías y sí que transmitías al aire tus ideas y comportamientos para ver si llegaban a quien deseabas que llegasen. Y ahora, etéreo como ya estás, vigilarás que todos cumplamos tus deseos de construir un mundo mejor.
Desde el agua nos has hecho vivir, a tu familia y a tus amigos, las dos jornadas más intensas que podamos recordar. Primero en la playa , poco después en la UCI del HUCA donde nos permitieron a familia y amigos –en un inaudito y multitudinario desfile de personas– darte los últimos besos y abrazos, contemplar el derrumbe de tus amigos y sus interminables llantos y hasta escuchar cómo uno de ellos, muy vehemente, te gritaba: "¡cabrón, despierta, lucha, no nos dejes solos!". No pudiste hacerle caso y, como ya suponíamos desde horas antes, nos dejaste solos.
Esas dos jornadas culminaron en el tanatorio donde miles de personas, digo bien, miles de personas, fueron a darnos un abrazo para tratar de mitigar nuestra pena. Y allí estaban tus compañeros desde parvulitos del Colegio Estilo, los del Instituto de Salinas y tus condiscípulos de la Universidad, muchos de ellos llegados desde muy lejos y los profesores que te guiaron para llegar a ser lo que fuiste. Y cómo no, tus ‘coequipiers’ del fútbol y sus entrenadores; los entrenadores del Club Natación Avilés que te enseñaron a sacar mejor partido a tus brazadas y los componentes de aquel equipo pionero todavía hoy amigos.
Estaban "los de la playa", esos que os sentáis al borde el paseo para ver pasar olas y horas, esos surfistas que antes, en tus primeros tiempos, eran tan denostados por vagos, porreros y melenudos y ahora tan admirados y encumbrados por mor de modas y marketing cosa que ya sé que a ti te ponía de los nervios y que te negabas a admitir. Pero mira por donde pudimos descubrir, en las cortas palabras que permite un abrazo, como muchos de ellos me decían: lo que sé me lo enseñó Jacobo; Jacobo es mi espejo; Jacobo es mi ídolo; en surf, lo que diga Jacobo es lo que vale… Jacobo, Jacobo, Jacobo.
Y después de abrazos y llantos, las interminables colas fueron deshaciéndose y sus componentes saliendo a los patios exteriores del tanatorio en una acción nunca vista antes en el lugar como nos dijeron los propios empleados del tanatorio. Y no se marcharon de allí hasta que lo que quedaba de ti tras tu generosa donación de órganos, fue transportado a tu encuentro con el fuego. Y no les importó una ligera llovizna, agua al cabo, pues allí permanecieron. Puedes sentirte satisfecho, sabíamos que querías infinitamente a tus amigos, pero ni te imaginas lo que ellos te querían –te quieren– a ti.
Termino con tres frases. Podrían ser cientos las transcritas, como ejemplo de la huella que dejas. Iñigo Noval escribió: "Te recordaremos siempre, nuestro surfista eterno, nuestra luz inextinguible, nuestro querido Jacobo". Y Axi Muniain, ese domador de olas gigantes como tú también lo eras, te dijo esto: "Tu luz, tu autenticidad, corazón y simpatía eran de los que dejan huella de por vida, así nos iluminabas y así te recordaremos, hermano, sonriendo sobre la ola". Y los de La Luna, allá en el extremo este de la playa de Salinas, escribieron: "De hoy en adelante y todos los malditos 17 de junio, las playas del mundo debieran ondear el negro en sus banderas".