Siete promesas que tampoco cumpliré en 2024
Esta vez voy a ser más sincero y desisto desde ya (en tono de humor) de ciertos aspectos en el surfing que debería cambiar.
Pese a que hayas visto por la webcam que el mar está plato y te hayan llegado varios mensajes al móvil corroborándolo, irás a la playa para comprobarlo. Te pasarás horas mirando el mar repitiendo el mantra: "se va a poner, se va a poner".
Finalmente, viendo que ni en alta, ni en baja, ni en media marea se ha puesto, te fijarás en esa ola que rompe en la orilla de no más de 20 centímetros y te intentarás convencer de que es surfeable.
Irremediablemente volverás a casa con el traje seco y tu autoestima por los suelos, volverás a chequear las previsiones y afirmarás ver la llegada de una marejada fantasma más pronto que tarde: "Si el swell que se está creando en Groenlandia rebota con el anticiclón de Surinam podría dejar medio metro en Salinas. Solo tendría que salir de aquí a las 3 de la mañana y hacerme cuatro horas en furgo".
Este autoengaño puede suponer el riesgo de sufrir aislamiento debido a la inclinación a aceptar solo tu visión de la realidad. Es el comienzo de la fase dos.
Fase 2: Ira
El fin de la negación va asociado a sentimientos de frustración y de impotencia. Dicha frustración conlleva a su vez la aparición de enfado y de ira, como sucede en general.
En esta fase cualquier mención al mar o a las olas por parte de alguno o algunos integrantes de tu grupo familiar puede desencadenar en una bronca de tres pares de narices. Es aconsejable no estar a menos de cinco metros de un surfista que lleva sufriendo un plato de más de diez días seguidos (30 en el caso del Mediterráneo).
Durante la etapa de ira la persona busca atribuir la culpa a algún factor, como puede ser otra persona o incluso uno mismo. Echarse la culpa de habee salido antes de tiempo del último baño, no tener una tabla con más litros en su quiver, o echarle la culpa a la pareja por haberle obligado a hacer la compra del mes justo cuando todavía había olas suele ser muy habitual.
Fase 3: Negociación
En la fase de negociación la persona guarda la esperanza de que puede influir de algún modo en la situación. Un ejemplo típico son los pacientes que piensan que por volver a misa y poner una velita a la Virgen, o mirar continuamente el mar, las olas van a aparecer de la nada. Se miran vuelos de última hora a Maldivas o Indonesia, o incluso se manda algún correo a Wavegarden intentando mendigar alguna ola.
En este periodo la persona empieza a asumir de forma definitiva la falta de olas, y ello genera sentimientos de tristeza y de desesperanza junto con otros síntomas típicos de los estados depresivos, como el aislamiento social o la falta de motivación.
El paciente deja de mirar webcams, noticias y vídeos de surf, no pasa por la playa ni para jugar a palas, y se recluye en casa abrazado a una bolsa de ganchitos mientras ve durante horas y horas telefilmes alemanes en Telecinco.
Fase 5: Aceptación
Después de las fases de negación, ira, negociación y depresión llega la aceptación y la llegada de un estado de calma asociado a la comprensión de que los periodos sin olas son fenómenos naturales en la vida humana.
Uno comienza a hacer vida 'normal', e intenta rellenar el espacio que ocupaba el surfing con cosas más triviales como la familia o el trabajo. Una vez llegado a esta fase el paciente se ve capaz de volver a la playa sin sentir ningún tipo de ansiedad. Ya no lleva la tabla de surf en el coche, ni ninguna parafernalia relacionada.
El paciente creerá que es feliz, pero realmente solo está en modo 'reposo' hasta que llegue un nuevo swell. Ahí volverá otra vez a la Fase 0, estado de euforia.
¿Y tú, en qué fase estás?
¿Tienes algún amigo que se transforma totalmente cuando toca el agua? ¿Quizá seas tu?
Todos tenemos un amigo de estos, uno que es super major fuera del agua, pero que al contacto con el agua salada transforma su personalidad en un monstruo sin piedad.
Justo ese tipo de persona es el protagonista de este graciosísimo vídeo de los neozelandeses "The Raglan Surf Report", un ejemplo perfecto de lo ridículos que podemos ser para pillar un par de olas decentes.
Foto: Noyle / Surfer Magazine |