Furgos, vistas al mar, y guarradas continuas

Si otros años la afluencia de furgonetas frente a la playa de Sopelana eran frecuentes, este año es todavía mayor. Es una plaga que asola muchos municipios del Cantábrico durante el verano.

El que haya madrugado algún día para ira a surfear a la zona de El Peñón, en Sopelana, se habrá encontrado con decenas de furgonetas, casi siempre con matrículas alemanas, holandesas o italianas, aunque también españolas, que pasan la noche frente al mar.

Es curioso qué, teniendo un camping a apenas 100 metros de allí y un parking gratuito a un par de kilómetros allí, en Urko,  opten por ello, pero claro, es que no tienen las mismas vistas. El levantarse y abrir la puerta de la furgo y notar la brisa marina debe ser maravilloso.

Ya no juzgo la cantidad de plazas que ocupan, a veces dos o tres, sino la guarrería de tener a tanta gente viviendo en un lugar que no tiene servicios para ello. Sí, durante el día tienen los baños abiertos, desde las ocho de la tarde hasta las 11 de la mañana la gente va a los árboles a hacer sus necesidades, dejando excrementos y papel higiénico abandonados por ahí. De hecho, el pasado sábado me crucé con dos chicas que, sin rubor alguno, en pijama corto, y llevando en la boca un cepillo de dientes, y un rollo de papel higiénico en la mano, se dirigían conversando tranquilamente hacia allí.

Por no hablar de las comidas. Ayer, en cuestión de minutos, vi cómo unos cocinaban unos nutritivos espaguetis en un camping gas y tiraban el agua hirviendo a la hierba, y cómo un turista sacaba una enorme caja de plástico llena de platos, cubiertos, y vasos, y se ponía en la fuente a fregarlos con un buen chorro de Fairy, fuente cuyo desagüé acaba directamente en el mar. 

¿Y el que acampó en la playa justo pegado a una señal que advierte de desprendimientos en el acantilado?

Pese a la queja de los vecinos, la policía municipal solo puede multar las autocaravanas y las furgonetas que superan los 5 metros que aparcan ahí, y obligando a meter en sus vehículos, sillas, mesas, y demás parafernalia, procedente de las furgos. Luego, a la noche, cuando no hay servicio de policía, pueden hacer lo que les plazca.

Si continúa esto, finalmente lo que pasará es que cierren el parking, como pasó ya en la playa de La Salvaje. 

 

Insisto, no se trata de estigmatizar a una comunidad, solo trato de reflejar unos hechos que se repiten desde hace varios años.