¡Y por fin llegaron las olas!

Hablo de olas de verdad, de las que empujan y se pueden coger con una tabla de menos de ocho pies y que no sea de corchopan.

Después de la decepción del lunes en el que las olas estuvieron lejos de aparecer no sabía qué esperar. A la mañana, con la marea llena acercándose, se vieron bonitas líneas de olas cercanas al metro de altura llegando a la costa.

La serie tardaba mucho, había bastante gente en el agua, y la espera se hacía larga, pero cuando se cogía una de esas olas se le olvidaba la espera.

Según fue bajando la marea, las nubes cubrieron el cielo y apareció el viento procedente del mar. Los picos se fueron dispersando y con ellos la gente que estaba en el agua. Quizá fue el momento más divertido. Sin agobios, sin esperas, y con olas facilonas. El problema es que no duró demasiado.

El mar subió un poquito más y esos picos que antes había desaparecieron, dejando una línea de espuma en casi toda la playa.

Hoy es probable que el tamaño de las olas en las playas más abiertas esté al límite, y que además el viento no acompañe demasiado, pero después de una sequía de un mes, habrá que intentarlo otra vez.