Las chustas solo, son menos chustas
El bochorno era apenas aguantable ayer en la playa. Con la camiseta empapada por el sudor estuve mirando durante un buen rato el mar en busca de algo que me llamara entrar al agua. Y llegó la borrasca.
Con el cambio de viento, los rayos y truenos, la llegada de las gordas gotas de lluvia fueron muchos los que salieron del agua y se fueron a sus casas. No tardó demasiado en pasar la tormenta y calmar el viento. Era el momento.
El mar había subido un poco así que me dejé llevar por los reflejos del sol en la olas. Como está el patio en cualquier momento nos vuelven a confinar y nos quedamos sin ver el mar a saber por cuanto tiempo. Carpe Diem.
Con el agua del mar tan caliente como en el Mediterraneo no se estaba mal, pero las olas iban muy tumbadas. Un corchopan hubiera sido la solución. Con la tabla corta fue una danza por toda la playa buscando una ola que pudiera llevar algo. Muchos intentos, la mayoría rectos en busca de una pared que nunca aparecía. ¿Más en la orilla quizá? Tampoco. ¿Cerca de la roquita? Nop.
A casa antes de que se ponga a llover. Ya llueve. No me arrepiento.
Quizá hoy si no desfasa...
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