La vuelta al agua 59 días después
Dos meses después de mi último baño volví al agua con el único objetivo de recuperar sensaciones. Lo conseguí.
Con puntualidad británica llegué al aparcamiento. Apenas un vistazo fugaz por encima del capó del coche mientras cogía el traje del maletero para confirmar que me daba igual si había olas, o gente, o tiburones hambrientos. Iba al agua si o si. 30 segundos para dar la vuelta al traje, otros 30 para ponérmelo, y un par de minutos para sacar la tabla de la funda, pintar un poco la tabla con parafa, y cerrar el coche.
Ya solo el mero hecho de ver el mar y oler salitre mientras bajaba la cuesta hizo que me escapara una sonrisa. Sin calentar, me puese el invento, caminé un par de metros y empecé a mojar el traje. Tardé unos segundos en encontrar el punto exacto en la tabla donde apoyar mi peso. Imagino que será como andar en bici, una vez que aprendes es imposible olvidarlo.
El agua no estaba nada fría, perfecta para un 3/2, aunque se ví gente con 5/4, con gorro, con chapines, y otros con trajes cortos casi como si fuera verano, y es que todos estabamos ayer un poco perdidos todavía.
Rompía medio metro, alguna serie de tres cuartos, con la plea acercándose peligrosamente. En general a las olas les faltaba brazo, y fuerza, pero estaba mejor de viento de lo que pensaba. Yo con remar un poco y pillar un puñado tenía suficiente.
Empecé por un lado de la playa, en una derecha que tenía buena pinta, pero que se desinflaba casi nada más cogerla. Ahí estuve hasta que se llenó. Desde el agua solo se veían grupos de 3 o 4 metiéndose continuamente.
El ambiente en el agua era bueno, todo el mundo de buen humor, pero casi nadie perdonaba una ola. Con la congestión decidí ir a lugares menos frecuentados. Encontré uno con bastante gente pero dispersa abajo y arriba. Allí pillé las mejores, dos o tres de serie que las disfruté como si fueran las primeras, y salí como entré, con una sonrisa.
Me hubiera gustado repetir hoy, pero apenas rompe una ola, y el mar viene muy del norte. Quizá mañana, aunque hasta el viernes no se espera realmente que suba el mar.
Con puntualidad británica llegué al aparcamiento. Apenas un vistazo fugaz por encima del capó del coche mientras cogía el traje del maletero para confirmar que me daba igual si había olas, o gente, o tiburones hambrientos. Iba al agua si o si. 30 segundos para dar la vuelta al traje, otros 30 para ponérmelo, y un par de minutos para sacar la tabla de la funda, pintar un poco la tabla con parafa, y cerrar el coche.
Ya solo el mero hecho de ver el mar y oler salitre mientras bajaba la cuesta hizo que me escapara una sonrisa. Sin calentar, me puese el invento, caminé un par de metros y empecé a mojar el traje. Tardé unos segundos en encontrar el punto exacto en la tabla donde apoyar mi peso. Imagino que será como andar en bici, una vez que aprendes es imposible olvidarlo.
El agua no estaba nada fría, perfecta para un 3/2, aunque se ví gente con 5/4, con gorro, con chapines, y otros con trajes cortos casi como si fuera verano, y es que todos estabamos ayer un poco perdidos todavía.
Rompía medio metro, alguna serie de tres cuartos, con la plea acercándose peligrosamente. En general a las olas les faltaba brazo, y fuerza, pero estaba mejor de viento de lo que pensaba. Yo con remar un poco y pillar un puñado tenía suficiente.
Empecé por un lado de la playa, en una derecha que tenía buena pinta, pero que se desinflaba casi nada más cogerla. Ahí estuve hasta que se llenó. Desde el agua solo se veían grupos de 3 o 4 metiéndose continuamente.
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Me hubiera gustado repetir hoy, pero apenas rompe una ola, y el mar viene muy del norte. Quizá mañana, aunque hasta el viernes no se espera realmente que suba el mar.
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