Un buen samaritano, una amante del mar, y dos inconscientes
En la playa de Sope ayer no cabía un alma. El sol apretaba fuerte y el mar era la única forma de aliviar el calor.
El mar se fue animando poco a poco, y de un mar muy pequeño pasamos a la tarde a olas de tres cuartos, incluso alguna de más, que rompían algo cerronas.
Llegó la pleamar, y los socorristas decidieron cambiar la bandera amarilla por una roja. Pocos bañistas hicieron caso de sus indicaciones creyendo que el trapo que colgaba en el asta no iban con ellos, y solo cuando los socorristas se acercaban a ellos salían de mala gana para volver al agua cuando se daban la vuelta.
En una de estas una pareja se metió en el peor sitio, la esquina de El Peñón, por donde sale toda el agua que llega con las olas. Cuando dejaron de tocar el fondo con los pies empezaron los problemas. Empezaron a nadar pero no conseguían avanzar ni un palmo. Pasó algún surfista por allí sin percatarse de la situación, y cuando ya me iba a meter al agua, un buen samaritano les acercó su tabla y los acerco un par de metros, lo suficiente para que pudieran salir algo avergonzados.
En la orilla, una señora paró un momento de recoger todos los plásticos que encontraba en la orilla del mar durante su paseo para ver el incidente.
Hoy llega mal tiempo, habrá menos bañistas, y olas bastante más grandes, aunque mucho me temo que no serán buenas. A mediodía entrará el frente y dejará la playa despejada.
El mar se fue animando poco a poco, y de un mar muy pequeño pasamos a la tarde a olas de tres cuartos, incluso alguna de más, que rompían algo cerronas.
Llegó la pleamar, y los socorristas decidieron cambiar la bandera amarilla por una roja. Pocos bañistas hicieron caso de sus indicaciones creyendo que el trapo que colgaba en el asta no iban con ellos, y solo cuando los socorristas se acercaban a ellos salían de mala gana para volver al agua cuando se daban la vuelta.
En una de estas una pareja se metió en el peor sitio, la esquina de El Peñón, por donde sale toda el agua que llega con las olas. Cuando dejaron de tocar el fondo con los pies empezaron los problemas. Empezaron a nadar pero no conseguían avanzar ni un palmo. Pasó algún surfista por allí sin percatarse de la situación, y cuando ya me iba a meter al agua, un buen samaritano les acercó su tabla y los acerco un par de metros, lo suficiente para que pudieran salir algo avergonzados.
En la orilla, una señora paró un momento de recoger todos los plásticos que encontraba en la orilla del mar durante su paseo para ver el incidente.
Hoy llega mal tiempo, habrá menos bañistas, y olas bastante más grandes, aunque mucho me temo que no serán buenas. A mediodía entrará el frente y dejará la playa despejada.
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