El arte de surfear con un bodyboard

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Un vídeo aparecido en Facebook me recordó la figura de Chris Taloa, un deportista a caballo entre dos deportes, el surfing y el bodyboard.

Algunos le recordaréis por la escena de Blue Crush (En el filo de las olas en España) en el que el bodyboarder le dice a Kate Bosworth eso de "llévate de aquí ese sufing de playa de mierda".

Eran los años 90 y el bodyboard, al igual que el surf, vivía su época dorada, un momento en el que la innovación en las maniobras lo hacía altamente atractivo.

Chris era parte de un grupo de pioneros de corcheros que surfeaba de pie. No siempre, solo cuando las olas eran huecas o tenían la suficiente fuerza.

A los puristas esto no le gustó, les parecía una amenaza a la esencia del surfing.

Según contaba el propio Taloa hace unos años a Stab Magazine, fue en 1996 cuando esta variante fue asesinada. En ese año los bodyboarders de pie seguían compitiendo con los que iban de rodillas o tumbados en la misma división, pero ya existía la controversia de cómo puntuar sus maniobras.

Chris, y otro hawaiano, Danny Kim, habían estado recibiendo buenas puntuaciones durante la temporada por sus maniobras, pero en la prueba de Brasil todo cambió.

"Los jueces no entendieron las maniobras". Hubo una gran discusión entre ellos. Para unos eso no era bodyboard, para otros era el futuro. Al final dictaron la sentencia de muerte de esta variación.

"Creía que el corcho debía ser usado de cualquier forma, sin importar si vas de rodillas, tumbado, o de pie, sea lo que sea la mierda que la ola califica para que hagas."


El bodyboarding de pie comenzó como una tradición únicamente hawaiana, una reminiscencia de las antiguas alaias con las que surfeaban sus ancestros.

Fue en el lado oeste de Oahu, el lugar más seco de la isla, y también el más pobre, donde este deporte caló más. Las tablas eran demasiado caras para los habitantes de la zona, más para un grupo de chavales hawaianos, pero sus ansias de surfing eran tantas que estaban dispuestos a surfear con cualquier cosa.

Y llegó el Morey March 7 a un precio de 60 dólares, un aparato prácticamente irrompible. Chris y sus amigos le dieron la vuelta al bodyboarding pese a que muchos no les tomaban en serio. Imaginad a un tio entrando en Pipe gordo con un corcho y sin aletas.

Chris se ganó el respeto de la comunidad local gracias a su persistencia aunque renunció a las competiciones.

Sin embargo, en las olas adecuadas, Chris sigue convencido de que el bodyboarding de pie aún puede ganar a una tabla de surf convencional.


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