Pasión burgalesa por el surfing

La pasión y el deporte suelen ir de la mano en todos los casos, sobre todo si lo vives desde pequeño, como Javier Ibáñez. Nadador federado desde que era muy joven, es un amante de todo aquel deporte que tenga que ver con el agua.

Lleva dedicando su tiempo libre al surf desde hace aproximadamente 8 años. Al principio, y por proximidad, se acercaba a las costas del norte para poder aprender en el mar Cantábrico, pero poco a poco a ido a más. "Estos viajes me han hecho desarrollar una gran pasión por este deporte; me ha llevado a conocer el resto del mundo con el objetivo de buscar nuevas olas y conocer nuevas culturas", explica. Afirma que se ha "tomado un año en mi trabajo para viajar".

Para saber el momento exacto en el que este deporte se convirtió en una parte fundamental de su vida hay que remontarse a cuando era muy pequeño. "Recuerdo que compré una revista de surf mientras mi madre hacía la compra y desde entonces siempre quise practicarlo", afirma el burgalés. Hasta los 15 años no surfeó ninguna playa, y la primera fue la de Liencres. Queriendo estar siempre cerca del mar, cinco años más tarde comenzó a trabajar como socorrista en la playa de Sopelana. "Me encantaba la sensación de rescatar a alguien así que me lo tomé en serio y estudié el mar a fondo", añade Ibáñez.

El año pasado se planteó la idea de surfear por todo el mundo y pensó que "no hay un mejor momento que ahora". Deporte, conocer y rodearse de personas de distintas culturas son algunas de las nuevas experiencias nuevas que quería vivir, por lo que "sin pensarlo demasiado" se lanzó a la aventura de la que, tras seis meses de recorrido, está seguro de haber hecho lo correcto.

A la hora de preguntarle si está haciendo el recorrido por el mundo en solitario, su respuesta es contundente: "Cada vez que viajo solo es cuando menos lo estoy; para mí no hay nada mejor que llegar a un lugar nuevo en el que no conoces a nadie. No pasa mucho tiempo hasta que empiezo a hacer los primeros amigos". Reconoce que aunque lo más duro sean las despedidas, todo aquel "que se cruza en su camino" le da la oportunidad de conocer muy a fondo las distintas culturas y países que entran en su vida. Con respecto al hospedaje, no tiene nada planeado. "Me gustar llegar a los sitios y una vez allí dejarme guiar por los consejos de las personas que me voy encontrando para buscar el alojamiento; cuando el lugar lo permite la mejor opción es montar la tienda de campaña, aunque también he compartido casas, cabañas o vivido en hostales", relata Ibáñez.

Ha pasado por las costas de Marruecos, Francia, Chile, Argentina, Ecuador, California, Australia e Indonesia en medio año, acompañado de su mochila -con lo básico- y sus tablas de surf. Cuando llevaba unos pocos días de viaje se dio cuenta de que "con eso es suficiente; mandé el resto de la maleta a casa; lo material pasa a un segundo plano y te das cuenta de que lo más sencillo es lo más importante".

Surfear con delfines o lobos de mar, divisar tiburones o ver cómo se esconde el sol desde el mar le transmite sensaciones mágicas y únicas. "Todos los momentos encima de la tabla son especiales; deslizarte sobre una ola es una experiencia única, algo así como tocar el cielo", cuenta el burgalés.

En Burgos.

Tal y como relata Ibáñez "actualmente hay un grupo creciente de jóvenes burgaleses que se desplazan todos los fines de semana por las costas con el objetivo de practicar surf". Las playas más cercanas que tiene este grupo son el País Vasco, Cantabria o Asturias. Para los surfistas del interior del país, en el verano de 2016 en Madrid, se abrirá una gran piscina de olas que permitirá practicar el deporte a una gran cantidad de personas.

"En Burgos el surf todavía se está conociendo pero el grupo de interesados está creciendo y se organizan muchos fines de semana para ir a la costa", añade Ibáñez.

Artículo de Carla Berges aparecido en el Diario de Burgos.

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