Kepa Acero descubre la cuidad inca del surf

“Claramente en el Google Earth se veía que allí habìa una izquierda kilomètrica, lo difícil serìa llegar hasta ella. Mi plan consistía en escalar una montaña de màs de 3.500 metros de altura y desde allí avistar la ansiada izquierda. No sabia lo que me iba a encontrar allí, pero en eso reside precisamente el espíritu de aventura, en la incertidumbre.


Pensè que cinco duros días de trecking por la selva amazónica serìan suficientes para llegar a la cima de la montaña. Finalmente, la expedición me llevò nada màs y nada menos que 22 días de supervivencia. Los víveres se me acabaron así que tuve que alimentarme a base de hongos y gracias a dios que alcance a cazar a un alce, de lo contrario igual no estaría aquí cómodamente tomando una taza de café, escribiendo lo allí acontecido.
También me siento con la obligaciòn de nombrar a mis dos únicos compañeros y amigos en aquella odisea. Un libro de Jack London “El vagabundo de las estrellas” y la foto de mi guìa espiritual que siempre llevo en la cartera, El Capitàn Sparrow. Sòlo y sin ellos, nunca habría sacado fuerzas para llegar hasta allí.

Después de mas de tres semanas caminando, al fin lleguè a la cima de la montaña y desde allí avistè por primera vez el mar. No podía creer lo que veìan mis ojos. Una misteriosa ciudad, al parecer construida por la civilización inca, se alzaba ante la majestuosa izquierda. Aquella visiòn de la punta, aquellas ocho lineas de olas perfectamente encadenadas, fue lo màs hermoso que he visto en mi vida. Por un momento pensé que aquel escenario, podía ser fruto de los delirios provocados por alguna seta alucinógena que había ingerido desesperadamente en el camino. Pero no, aquello estaba pasando y yo era el privilegiado de ser el único hombre en la tierra que tenìa a dios ante mi.

Las civilizaciones preincas e incas empezaron a surfear hace màs de 5.000 años. Probablemente exploraban las costas para encontrar una legendarìa izquierda “Mamape, la ola que nunca termina”.
Debieron de sentir lo mismo que yo cuando la vieron por primera vez.
Probablemente construyeron aquella ciudad en base a la ola, templo sagrado de los incas. Una civilización de surfistas que entiendiò el surf como una manera de conectar con la naturaleza y con dios. Autosuficientes, estos surfistas prosperaron durante siglos con lo justo y necesario.

Maldigo el día que llegò el malvado Pizarro con sus tropas castellanas y arrasaron con aquella gente. Lejos de buscar una experiencia relijiosa o una conexión con el entorno, a Pizarro le movìa “El Dorado”, montañas de oro. La codicia, una vez màs, acabò con la harmonìa de una civilizaciòn utópica y me hace pensar que un mundo mejor es posible.
De què le sirvió a Pizarro todo aquel oro, si muriò como tod@s, sin nada. Sin embargo, la magia de la ola de Mamape sigue intacta por los siglos de los siglos.
Al fin y al cabo, nosotros nos vamos, y lo único que perdura es la naturaleza.

“La Cuidad Inca del Surf”, un falso documental de Kepa Acero.

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