Maldivas surf trip: El Viaje

Algo más descansado después de dormir por fin en una cama que no se mueve me dispongo a contar los 11 días de surfing en Maldivas.

La verdad es que la idea que tenía de Maldivas no se ha correspondido con lo que me encontré al llegar ahí. Las islas eran más pequeñas, más verdes, el agua más azul y las olas más potentes y perfectas de lo que hubiera podido pensar.

Pero empecemos por el principio. El grupo que iba a participar en el surfari lo componían once personas, 10 surfistas y un buguero, es decir, demasiadas tablas para poder viajar en autobús de línea hasta Barajas, donde debíamos coger el avión hacia Maldivas. El vuelo salía sobre las 11 de la mañana y si queríamos estar con la suficiente antelación para no tener desagradables sorpresas el transporte público no era la opción.

Días antes habíamos alquilado una furgoneta para poder llevar el material y dos coches para ir nosotros. Las 32 tablas y los dos corchos casi llenan la furgo, todo un espectáculo.

Partimos hacia Madrid con la ilusión de poder surfear olas que los que ya habían estado decían que eran perfectas. La mayoría de las conversaciones durante el camino trataban sobre si el gran swell que se esperaba para mitad de la semana, olas de algo más de tres metros, llegaría . Algunos del grupo incluimos a última hora tablas bastante más largas de lo que estamos habituados por si las previsiones acertaban. Otra cosa era el usarlas luego en olas desconocidas con fondos coralinos.

Una vez en el aeropuerto descargamos el material en la T1 de Barajas y devolvimos los vehículos con algún pequeño problema pero que no nos impidió facturar a tiempo.

Once horas después de salir de casa ya estábamos en un avión de Qatar Airways con destino a Doha, capital de Qatar, donde haríamos una escala de cinco horas antes de partir a Male.

Bastante cansados ya con tanto viaje sufrimos el primer choque cultural al llegar a Qatar; Burkas, Niqabs, turbantes y chilabas por todos lados. Quizá lo que más me sorprendió fue ir al baño y ver gente lavándose los pies en el lavabo y un extraño instrumento al lado del retrete que con un pequeño esfuerzo de imaginación acerté a adivinar para qué servía.

Sin ningún percance reseñable cogimos el avión que nos llevaría a nuestro destino. Fue quizá el viaje más placido, el avión no iba demasiado lleno así que nos apoderamos de algunas filas de asientos para dormir tumbados.

Cinco horas después sobrevolábamos ya el atolón de Malé dejándonos la boca abierta. El mar estaba salpicado de pequeñas y maravillosas islas, muchas de ellas deshabitadas, otras con exuberantes urbanizaciones de cabañitas para los viajeros en luna de miel. Y lo más importante de todo, ¡se veían olas!

No me resistí a grabar en vídeo el espectacular aterrizaje en una pista ganada al mar.

Ya en Malé y con el equipaje en nuestro poder e intacto nos recibió la dueña del barco que nos llevó al puerto, a escasos metros de la terminal de llegadas, para coger un Doni, un barco de transporte típico maldiviano de unos 10 metros, que nos llevaría finalmente a nuestro barco. En menos de dos horas estaríamos surfeando.

Los hidroaviones son muy comunes en Maldivas para el transporte de pasajeros a todas las islas.

Llegada a Malé

Amarre para los Donis que van a todas las islas.

El Hariyana 1