¿Hacia donde va este deporte?

Es una pregunta difícil de hacer y difícil de responder. Está claro que ya no es el deporte de hace veinte años, donde solo unos pocos lo practicaban, visto en ojos ajenos como un deporte de pijos o de vagos. Ahora se ha popularizado y, debido a ello, está peligro su esencia, lo que mucha gente cree que debería ser.


Muchos son los intereses comerciales que amenazan la naturaleza de este deporte; picos abarrotados, escuelas de surf por doquier, tiendas en cada esquina, revistas y páginas en internet. Este deporte se ha masificado, y los que consideran que el surf se acerca más a una forma de vida tienen los pelos de punta

Los surfaris, mitad viaje de aventura, mitad viaje de deportes, se asemejan ahora más a una especie de viaje "todo incluido" donde puedes recorrer miles de kilómetros para encontrar picos tan saturados como los que tienes cerca de casa...

La especulación inmobiliaria en países pobres es otro aspecto a destacar. La compra de tierras a pie de playa por un precio irrisorio a los habitantes de estos países provoca desastres naturales además de dejar sin posesiones a sus futuras generaciones.

Este repaso es el que ha hecho el New York Times en excelente artículo. En el se describe la transformación del surf desde los años setenta en los Estados Unidos y como el dinero lo ha invadido todo.

¿Podemos hacer algo para reconducir un deporte que nos ha dado tanto?

He traducido el artículo para que todo el mundo lo pueda entender.


Por 10.000 dólares al día, puedes tener el más lujosos surfari abordo de un barco de 35 metros de eslora, el Indies Trader IV, una especie de hotel flotante con quince caminas, helipuerto y lanchas que te llevan a los mejores picos.

O por algo más de dinero, Brad Gerlach puede dar clases privadas de surf a selectos clientes en cualquier parte del mundo. Gerlasch, que fue considerado el mejor surfista profesional en los años 1986 y 1991, define el coste de estas clases como “nada barato”.

El surf, después de ser considerado un deporte de marginados, un deporte de contra cultura para vagabundos de playa y bohemios, ha surgido como un deporte de pudientes, como puede ser el ski o el golf.
“Ahora puedes ver a muchos juppies en el agua con su nueva tabla y con el traje de surf reluciente, con las últimas mejoras tecnológicas”. Comenta Isabelle Tihanyi, profesora de surf en La Jolla, especializada sobre todo, en dar clases a mujeres, un segmento creciente de surfistas.

Esta nueva subespecie de surfista contribuye a la explosión del mercado de paquetes vacacionales, profesores, equipamiento y negocios inmobiliarios cerca de los mejores picos del mundo. Como el golf, el surf se a convertido en una actividad perfecta para poder hablar de negocios. Los surfistas encuentran mucho tiempo para conversar mientras conducen en busca de las mejores rompientes, o mientras se ponen y quitan los trajes de surf en un parking, y especialmente mientras esperan a que llegue la serie.

“El surf es el deporte que más tiempo de espera tiene,” comenta Chris Mauro, editor de Surfer Magazine.
Pero no ha sido siempre así.” En los años 70, si no dejabas el surf a los 25 y empezabas a trabajar, se consideraba que ibas directamente a ser el rey de los perdedores,” declara Mauro.”Solía haber un complot contra ti si eras surfista.”
En aquellos días, surfear mientras se estudiaba una carrera era el mejor de los secretos. “Si tenías que ir al trabajo con chaqueta y corbata, tratabas de esconder el hecho de que eras surfista. Ahora es como si fueras la estrella de baloncesto en el equipo de la empresa”.

Todd Juneau, un consultor inmobiliario de San Diego y surfista de los antiguos, investiga posibles negocios cuando está en el agua. “ Me pongo en el pico y escucho las conversaciones, si alguien dice algo de temas de casas, encuentro una manera para intervenir” comenta. “Y no tiene precio”.
“En San Diego, no puedes saber si el tío que está a tu lado en el agua es un multimillonario, un juez o un ejecutivo, pero está surfeando”.

Dionne Mochon, de 32 años y fiscal, empezó a tomar clases de surf el año pasado. “ El surf a me ha abierto muchas puertas para conocer a gente, el disfrutar de ser una mujer interactuando con otros profesionales a un nivel social,” escribió recientemente en un correo electrónico. “ Los jueces surfean, los abogados defensores surfean, mis colegas surfean, y otros muchos amigos también surfean”.

Enrique Huerta, Moose para los amigos, declara que el encontró un trabajo en una empresa de moda en Manhattan simplemente porque hacía surf. Antiguo tablonero profesional, Huerta, de 28 años, trabaja en la división de ventas internacionales y mercadotecnia para una empresa de prendas vaqueras. Llegó a conocer a dos de los fundadores durante una sesión de surfing en Long Island.
“Qué mejor forma de romper el hielo,” exclama Huerta.

Jeff Kolodny, un brillante agente de la agencia William Morris Agency en Beverly Hills, California, declara que ha observado un emergente interés en el surf durante el trabajo. El señor Kolodny empezó a surfear cuando tenía 12 años y estuvo trabajando como editor asociado en la revista Surfing Magazine ante de integrarse en William Morris, una compañía con un creciente número de surfistas devotos.

“Solo en los último años alguien se a interesado sobre si yo hacía surf.” comenta. “Ahora soy muy popular. Gente que nunca te imaginarías está yendo ahora a la playa, ejecutivos senior de mi trabajo, por ejemplo”.
No está clara la razón por la que el surfing ha encontrado está respetabilidad. Unos indican que la entrada en bolsa de Quiksilver, compañía de accesorios y tablas de surf, en 1986 fue el catalizador. Quizás reflejando las raíces relajadas del surf, las cifras sobre el número de surfistas actuales son difíciles de digerir. Dos millones de personas se consideran surfistas activos en los Estados Unidos, por lo menos dos veces más que hace 20 años, según la Action Sports Retailer, la feria de muestras de la industria deportiva más importante del país. Se considera surfista activo al que lo practica por lo menos ocho veces al año.

La popularidad del surf a ayudado a conducir las ventas inmobiliarias a nivel internacional, con propiedades a lo largo de remotas costas siendo compradas y desarrolladas para ser usadas como hoteles o resorts vacacionales. Algunas partes de Costa Rica son consideradas tan llenas ya que algunos surfistas se están yendo hacia el norte de Nicaragua. Y en Méjico, abundan los rumores sobre el desarrollo inmobiliario de una remota área de Baja California llamada como Scorpion Bay.

A más de 1.200 kilómetros de San Diego, la Bahía del Escorpión es un sitio difícil de alcanzar, por lo que carece de la mayoría de servicios. Solo aviones privados pueden aterrizar allí, y los que conducen deben de llevar su coche durante cientos de kilómetros por caminos de tierra por el desierto. Durante años, la mayoría de la gente se alojaba allí en un camping sin agua caliente situado en una zona rocosa encima de la playa. Desde su página web, Scorpionbay.net, los dueños del camping niegan que lo vayan a vender.
Las escuelas de surf se han convertido en otra industria floreciente, hasta tal punto que San Diego tiene tantas que la ciudad a empezado a regularlas.

Richard Schmidt, un renombrado tamañero, empezó a dar clases a tiempo parcial en 1978, cuando trabajaba como socorrista en Santa Cruz, California. Hace seis años, su escuela de surf empezó a llevar a clientes a Costa Rica durante el invierno. Allí se alojaban cerca de la playa, en la casa de su mujer, donde esta enseña yoga y ofrecen masajes.

Además de los viajes a Costa Rica, Surf Diva ofrece más de 50 paquetes de viajes al año en el surf de California. Estos paquetes incluyen alojamiento, transporte, golf y balnearios.
Muchos de los clientes de Surf Diva son de Nueva York; trabajan en Wall Street o en industrias de moda. Algunos se alojan en el Hotel La Valencia, en La Jolla, donde las habitaciones cuestan, como mínimo, 300 dólares por noche.

“Es más que unas vacaciones” comenta Isabelle Tihany. “Es un viaje de aventura entre chicas”.
Pero para más aventuras, los surfistas pueden escoger viajes en barco a Costa Rica, Nicaragua, Indonesia o Timor Oriental.

“Las mejores olas están predominantemente en el tercer mundo,” declara Jake Burton Carpenter, fundador y propietario de Burton Snowboards. “En el surf, uno trata de alejarse de la gente, de la muchedumbre.” Carpenter, de 52 años, cuya empresa compró Channel Islands Surfboards en junio, empezó a surfear ya mayor y ahora surfea una media de sesenta días al año. Ahora se plantea hacer un viaje en barco a las Maldivas para este verano.

“ Una gran parte de lo que ha pasado es que el mercado ha envejecido, y no en una forma negativa.
Cada vez hay más gente que se queda con el surfing para toda la vida, es un deporte que se puede practicar a todas las edades”.

Como resultado, muchos de los viajes de lujo a destinos como Indonesia, se han empezado a ofrecer a gente más vieja. “ En los viajes en barco, la gente es más vieja porque estos viajes son siempre muy caros.” afirma Carpenter.

Mediante SurfAid International, una organización de salud pública no lucrativa, comenzó a organizar viajes a las Islas Mentawai, en Indonesia, por medio de un doctor que también era surfista. Gerlach conoció a uno de sus clientes allí. Esto cliente le presentó a otros. Con grupos como ese iban volando a sitios como Costa Rica para dar lecciones.

Como entrenador de Surf, Gerlach funciona como un jugador profesional de golf, enseñando los entresijos y trucos de este deporte para poder coger más y mejores olas.

“Tienes que elegir la mejor tabla para las condiciones que hay en el mar,” declara. “No te gustaría jugar un partido de golf de 18 hoyos con un wedge, y tampoco querrías jugarlo solo con un driver.”

Montauk, un spot en la costa este, cercano a Long Island, es el símbolo del desarrollo de este deporte.
El verano pasado, en un sucio parking cercano a Ditch Plains, Huerta escucho un comentario que puede definir el estado del surfing hoy. Entre el viento escuchó una voz que decía, “puedo reservar desde mi Palm estancia en Scorpion Bay”.

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