Viaje a Costa Rica I: El viaje de ida
No pensaba contar mi viaje a Costa Rica pero ahora con lo de la rodilla mala tengo algo más de tiempo así que me he decidido.
El buen viajero dice que lo importante no es el destino si no el viaje en si. Imagino que este no iría en asiento turista de Air Madrid en pleno Septiembre.
Llegamos a la T4 de Barajas desde Bilbao y mientras andábamos con las tablas en el carrito camino de facturación teníamos la típica sonrisita tonta (no habíamos fumado nada eh!) mientras halábamos de las olas que íbamos a pillar. Llegamos a la cola del Check-in de Air Madrid y nos encontramos un desbarajuste total. Todavía estaban facturando a los pasajeros con destino a Buenos Aires y al parecer estaba sobre vendido por más de 20 personas, todas ellas protestando a la vez, junto con un retraso de cinco horas. Algo más tarde hicieron una cola solo para los de Costa Rica y cuando nos atendieron y nos dieron la tarjeta de embarque la coordinadora del vuelo vino hacia nosotros y nos comentó que teníamos que pagar 50 euros por tabla, que teníamos que ir a sus oficinas y traer el recibo. Antes de salir ya nos comentaron que igual teníamos que pagar pero que no se fijaban en el papelito rosa, el recibo por lo que podíamos pagar solo una tabla y pasar todas las demás gratis...
Eso hicimos y la de Air Madrid ni nos miró el papel y aceptó nuestras tablas, parecía que los dioses estaban a nuestro favor pero nada más lejos de la realidad. Minutos después desde la megafonía nos anunciaron dos horas de retraso en nuestro vuelo.
La demora no nos quitó la alegría, todavía. Una hora después del anuncio nos comunicaron que embarcásemos. Ya en el avión el comandante nos dijo que los despegues en Barajas estaban saturados por lo que el avión se tenía que poner a la cola con el consiguiente retraso. Ese poco fueron nada más y nada menos que otras dos horas, dos horas metidos en el avión. La sonrisita con la que llegamos a Barajas estaba ya casi desaparecida pero tuvimos paciencia, paciencia que desapareció convirtiéndose en un mosqueo de cuidado cuando el comandante nos dio nuevas noticias.
Esa noticia era que como había una alerta de huracán en la ruta que teóricamente teníamos que tomar íbamos a rodear dicho huracán por lo que el camino iba a ser una hora o dos más larga. Evidentemente, dijo el comandante, tendremos que parar en Canarias a repostar más combustible ya que con el que tenemos caeríamos al mar. Menudo baboso, pensamos. Nuestras caras eran un espejo del enfado que llevábamos encima. Mal rollo empezar así un viaje, todavía no habíamos llegado a San José y estábamos hasta los huevos.
Aguantamos otras nueve horas de duerme-vela, de comidas imposibles de tragar y de baños asquerosos hasta que llegamos a Costa Rica.
Por fin en Costa Rica, las olitas nos esperaban por lo que un pequeño trozo de esperanza se instaló en nuestro corazón (qué bonito!).
Ya fuera del aeropuerto un supuesto taxista nos ofreció llevarnos hasta Playa Hermosa por 60 $. Estaba lloviendo, estábamos cansados y eran las diez de la noche, tardísimo para Costa Rica, así que aceptamos. Más tarde nos contaron que son taxistas piratas que siempre intentan llevar a turistas despistados (nosotros).
Cuando nos montamos en su taxi vimos el coche, de marca y modelo imposible de descifrar, estaba destartalado, apenas cuatro ruedas y poco más.
Su conductor, inmigrante colombiano no paró de hablar en las dos horas y pico que duró el viaje. En las cuestas, subiendo las montañas apenas íbamos a 20 km/h que compensaba en las bajadas conduciendo a 120 km/h.
El compatriota de Juan Pablo Montoya era rápido pero bastante despistado porque se pasó 30 kilómetros de Playa Hermosa. Cuando por fin llegamos a nuestro destino, destrozados por el viaje lo primero que oímos fueron las olas rompiendo contra la arena. Parte del cansancio se nos pasó de golpe, sabíamos que mañana podríamos surfear.
El buen viajero dice que lo importante no es el destino si no el viaje en si. Imagino que este no iría en asiento turista de Air Madrid en pleno Septiembre.
Llegamos a la T4 de Barajas desde Bilbao y mientras andábamos con las tablas en el carrito camino de facturación teníamos la típica sonrisita tonta (no habíamos fumado nada eh!) mientras halábamos de las olas que íbamos a pillar. Llegamos a la cola del Check-in de Air Madrid y nos encontramos un desbarajuste total. Todavía estaban facturando a los pasajeros con destino a Buenos Aires y al parecer estaba sobre vendido por más de 20 personas, todas ellas protestando a la vez, junto con un retraso de cinco horas. Algo más tarde hicieron una cola solo para los de Costa Rica y cuando nos atendieron y nos dieron la tarjeta de embarque la coordinadora del vuelo vino hacia nosotros y nos comentó que teníamos que pagar 50 euros por tabla, que teníamos que ir a sus oficinas y traer el recibo. Antes de salir ya nos comentaron que igual teníamos que pagar pero que no se fijaban en el papelito rosa, el recibo por lo que podíamos pagar solo una tabla y pasar todas las demás gratis...
Eso hicimos y la de Air Madrid ni nos miró el papel y aceptó nuestras tablas, parecía que los dioses estaban a nuestro favor pero nada más lejos de la realidad. Minutos después desde la megafonía nos anunciaron dos horas de retraso en nuestro vuelo.
La demora no nos quitó la alegría, todavía. Una hora después del anuncio nos comunicaron que embarcásemos. Ya en el avión el comandante nos dijo que los despegues en Barajas estaban saturados por lo que el avión se tenía que poner a la cola con el consiguiente retraso. Ese poco fueron nada más y nada menos que otras dos horas, dos horas metidos en el avión. La sonrisita con la que llegamos a Barajas estaba ya casi desaparecida pero tuvimos paciencia, paciencia que desapareció convirtiéndose en un mosqueo de cuidado cuando el comandante nos dio nuevas noticias.
Esa noticia era que como había una alerta de huracán en la ruta que teóricamente teníamos que tomar íbamos a rodear dicho huracán por lo que el camino iba a ser una hora o dos más larga. Evidentemente, dijo el comandante, tendremos que parar en Canarias a repostar más combustible ya que con el que tenemos caeríamos al mar. Menudo baboso, pensamos. Nuestras caras eran un espejo del enfado que llevábamos encima. Mal rollo empezar así un viaje, todavía no habíamos llegado a San José y estábamos hasta los huevos.
Aguantamos otras nueve horas de duerme-vela, de comidas imposibles de tragar y de baños asquerosos hasta que llegamos a Costa Rica.
Por fin en Costa Rica, las olitas nos esperaban por lo que un pequeño trozo de esperanza se instaló en nuestro corazón (qué bonito!).
Ya fuera del aeropuerto un supuesto taxista nos ofreció llevarnos hasta Playa Hermosa por 60 $. Estaba lloviendo, estábamos cansados y eran las diez de la noche, tardísimo para Costa Rica, así que aceptamos. Más tarde nos contaron que son taxistas piratas que siempre intentan llevar a turistas despistados (nosotros).
Cuando nos montamos en su taxi vimos el coche, de marca y modelo imposible de descifrar, estaba destartalado, apenas cuatro ruedas y poco más.
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